- Diana Elizabeth Castellanos Leal (Gabrielle Esteban)*
El presente documento pretende responder a las preguntas ¿Qué escapa, se pierde, se suspende, “difiere” o desvanece en el acto de intermediación/traducción que viene a ser una representación? ¿Qué consecuencias tiene esta pérdida? Para responderla, este trabajo se dividirá en dos secciones, la primera estará enfocada en dilucidar y describir el trabajo de Carlos Tapia “Catasse” y su obra “Los Travestis”, en el marco del movimiento artístico de la “Neofiguración”; y en segundo lugar, pondré en discusión el concepto de representación planteado por autores como Manuel Alejandro Rodríguez y Stuart Hall, entre otros.
1. La desfiguración como representación
La “Neofiguración” fue un movimiento artístico desarrollado entre las décadas de los 60´s y 70´s del siglo XX, como una respuesta al contexto político (Segunda Guerra Mundial, Revolución Cubana, múltiples dictaduras militares en América Latina, entre otros) que cambiaron la concepción del cuerpo, permitiendo que se regresara a la pintura figurativa, al objeto, a la cotidianidad, pero con las técnicas del informalismo y reaccionado con respecto al arte abstracto. Es el contexto lo que permite que este movimiento, con su particular forma de concebir el cuerpo humano cobre un sentido de denuncia social.
Pero, ¿cuál era esa concepción del cuerpo que la “Neofiguración” retrató?, una que respondía a la concepción y comprensión del sujeto americano que percibía su situación como “colonizado”, pero extraño a esa colonización, porque es extraño en el mundo que lo colonizó y un sujeto extraño que es simplemente un instrumento, deshumanizado y con la posibilidad de reconocerse como humano sólo a través del otro, con quién debe luchar, legitimar, poner en duda y luego reconocer su humanidad (Rocha, 2011: Pág. 8) El debate entonces de esta corriente artística es el de la condición humana y es sobre ella que se produce culturalmente.
En el Ecuador, se reconoció en los artistas de este movimiento a una “Generación Recuperada”, quiénes a partir de 1965 empiezan a generar una producción que alude a un cuerpo diferente al retratado en el indigenismo político y artístico. “La recuperación del cuerpo fue un requerimiento de Benedetto y Viola dentro de la Escuela de Bellas Artes durante su estancia entre 1968 y 1969. Román recuerda que Benedetto trajo una neofiguración, donde se destrozaba al cuerpo para generar angustia (…) De hecho, desfigurar, mutilar, crear monstruos requiere de un dominio del dibujo. Viola nos dijo «tienen que recuperar la figura humana, la figura humana es la base de la neofiguración, está en el dibujo y el dibujo te lleva a desfigurar», eso incluye construir y destruir la figura” (2011: Pág. 11) La desfiguración como “indefinición” era la noción que les permitía a los artistas comprender al sujeto y el cuerpo americano, y a las subjetividades construidas bajo el contexto político antes mencionado
La propuesta de Carlos Tapia “Catasse” representa esa indefinición. “Los Travestis”, obra ganadora del premio “Mariano Aguilera” en el año 1987, aborda el tema de la figura humana, que se caracteriza por la variedad de colores, y por representar a personajes de “mascarada”. Precisamente me fijaré en el interesante juego de palabras, conceptos y subjetividades representadas: cuerpo-desfigurado-indefinido-personaje de “mascarada”-máscara, que planteó el pintor chileno. Como veíamos, la “Neofiguración” plantea una representación del cuerpo, a partir de la desfiguración, como una manera de volver al cuerpo, pero el cuerpo indefinido, más latinoamericano que americano, que se comprende extraño y ajeno al mundo y por lo tanto, de alguna manera inhumano, porque el otro, el colonizador lo deshumaniza para continuar por otras vías la colonización; y es en ese marco que “Catasse” escoge pintar al cuerpo que representa esa deshumanización, los cuerpos “travestis”[1], y lo travesti como la desfiguración per se del cuerpo y por lo tanto, inhumana en su origen. Representó a los personajes que con su máscara ocultan su inhumanidad, una inhumanidad que sin embargo, es imposible esconder, pues la marca de la desfiguración está, al transgredir la estructura/sistema de género, un cuerpo desfigurado que no es.
Sin embargo, “Los Travestis” son un espejo, una máscara puesta sobre la “máscarada”; el cuerpo al que re refiere “Catasse”, y la pintura de la “Neofiguración” no sólo es el cuerpo desfigurado del travesti, sino del cuerpo social, un (…) cuerpo occidental [que] es el lugar de la censura, el recinto objetivo de la soberanía del ego ( 2011: Pág. 12). He aquí la fractura en la “intermediación” entendida como “representación”. Veámos:
2. Representación y ausencias
Partiré de dos comprensiones sobre la “representación”, que me permitirán iniciar la discusión sobre qué es lo que le hace falta a este concepto. Para ello seguiré el estudio que de éste hace el antropólogo colombiano Manuel Rodríguez, quién acota a dos significados que se derivan de la palabra REPRESENTACIÓN: la primera, inscrita en los ámbitos del Estado y se refiere al papel o rol que desarrolla una persona que habla “en nombre” de otrxs y de sus intereses, asumiendo responsabilidades y derechos por ellxs; la segunda noción “tiene que ver con el retrato que de un sujeto se hace y con el significado que su existencia adquiere” (2006: Pág. 40) El significado, como lo recalca Stuart Hall, es una producción e intercambio entre las y los miembros de una cultura; y es ese significado que se construye lo que le da sentido, contenido y práctica a nuestra identidad. Es por ello que “(…) Las representaciones son algo más que un conjunto de ideas que tenemos acerca de las otras personas; son conceptos históricos constitutivos de las mismas que se dirigen hacia nosotros y nos interpelan para fundar (véase Barthes, 1997) tipos de sujetos como 'gay', 'negro', 'árabe', 'pobre', entre muchos otros; son imágenes motivadas que soportan verdades y se valen de estrategias que las hacen creíbles para decirme cómo es la gente y cómo no es; de ahí que desempeñen un papel importante en la forma como me relaciono con las demás personas (…) Las representaciones no son individuales sino que son socialmente compartidas por los miembros de un grupo o una sociedad. Si bien es cierto que no todos compartimos las mismas ideas sobre las demás personas, también lo es el hecho de que nadie genera sus propias representaciones aisladamente, puesto que la producción de significado es práctica social”[2]. Siendo así, a partir de la representación que hacemos de una persona, del “Otrx”, o de una institución estamos entonces, interpelando con múltiples significados y acciones simbólicas o conductas, que tienen un contenido histórico y que son válidas y viables para un contexto en específico. Cuando hacemos una “representación” de alguien o de algo, estamos es mostrando una “interpretación” de ese alguien o de ese algo, frente a nuestra existencia.
Entonces, ¿cuál es la ausencia en la representación? En la máscara sobre la mascarada… en otras palabras, en la imagen que otro crea sobre mi propia imagen. La “intermediación” lleva implícita la ausencia del representado, pues la voz que se oye es el del que habla, del que crea la imagen, del que pone la máscara, y esa máscara es la interpretación de esa voz, de ese Otrx, de esa subjetividad que está mediada también por un contexto político, histórico, social en la que ha sido creada. La ausencia clara es que la máscara es una creación diferente a mí como sujeto representado, aunque tenga mi “forma”. De nuevo Rodríguez lo dice mejor, (…) "[l]as representaciones llegan a mí no sólo como imágenes sino como una vía para conocer a las personas sin importar si dicho conocimiento se da gracias a la experiencia empírica de 'conocer en persona', puesto que las representaciones cumplen la función de suplir «regularmente la presencia» de algo o alguien (Derrida, 1998: 354)” (2006: Pág. 42). La representación que hace “Catasse” de “Los Travestis”, suple la ausencia, la voz de los travestis, precisamente. Son una máscara impuesta por él, desfigurada por él, que nos dice que están ahí, en la “realidad”, pero ausentes de ella.
Ahora bien, “Catasse” reprodujo una imagen que “(…) [s]e manifiesta como resultado de una simbolización, personal o colectiva” (Belting, 2002: Pág. 14), pues las imagénes se posesionan del cuerpo, tomando su lugar, lo suplen. “Los Travestis” es la imagen que crea “Casatte” y reemplaza a los travestis, en general, los de carne y hueso, y en ese sentido, desfigurados por la imagen de otro y no la propia, no la del travesti diciéndose a sí mismx. Esa es ala imagen que perdura, la creada por el Otrx, y por ende, transformada en estigma. La “payasa”, la colorida imagen que no muestra ni le interesa transmitir la voz del travesti. La ausencia se hace ser, imagen y reemplaza, destituye, desplaza al cuerpo, desfigurándolo. Lo vivo, tal como lo encontré en “Los Travestis” fue la voz de “Cassate” en 1984, momento en que pintó, y es la voz que perdura hasta hoy, la de la desfiguración, voz que se hace escuchar, diciendo “esto es un travesti”… no la del travesti, diciendo, “esto soy yo”.
Bibliografía
Belting, H. (2002). Antropología de la Imagen. Buenos Aires: Katz.
Rocha, S. (2011). INHumano: el cuerpo social en el arte ecuatoriano 1960-1980. Quito: Centro de Arte Contemporáneo.
Rodríguez Rondón, M. (2006). ¿Qué es la representación y cuál es su importancia para los estudios sociales? En M. Viveros Vigoya, C. Rivera, & M. Rodriguez Rondón, De mujeres, hombres y otras ficciones. Género y sexualidad en América Latina (págs. 39 - 46). Bogotá: Tercer Mundo Editores.
*Maestría en Antropología Visual y Documental Antropológico. Facultad Latinoamérica de Ciencias Sociales, FLACSO – Ecuador. Antropología de la Representación. Profesor: PH. D. Hugo Burgos
[1] Hay una diferencia conceptual entre Colombia y Ecuador frente a lo que se entiende como “travesti”. Mientras en Ecuador la categoría travesti describe a la persona que se viste, para ciertos eventos o shows adoptando la vestimenta y comportamientos del género contrario al cuerpo biológico original, asimilándose más bien a lo “drag queen”, en Colombia esta misma categoría corresponde a lo que en Ecuador se reconoce como“transgénero”, o sea, las personas que hacen intervenciones corporales hormonales, quirúrgicas y estéticas, sin reasignarse sexualmente. Para efectos del presente documento, entenderé el concepto “travesti”, en la acepción colombiana.
[2] Ibídem. El subrayado es mío.
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