FICHA TECNICA REDUCIDA:
Dirección, producción, guión: Patricio Guzmán.
Director de fotografía y cámara: Jorge Müller Silva.
Montaje: Pedro Chaskel.
Sonido directo: Bernardo Menz.
Casa de producción: Equipo Tercer Año (Patricio Guzmán).
Soporte de rodaje: 16 MM. Blanco y negro. Soporte definitivo: 35 MM (1.85), DVD y Beta Pal.
Director de fotografía y cámara: Jorge Müller Silva.
Montaje: Pedro Chaskel.
Sonido directo: Bernardo Menz.
Casa de producción: Equipo Tercer Año (Patricio Guzmán).
Soporte de rodaje: 16 MM. Blanco y negro. Soporte definitivo: 35 MM (1.85), DVD y Beta Pal.
PREMIOS:
GRAND PRIX, Festival de Grenoble, Francia 1975. PREMIO DEL JURADO, Festival de Leipzig, Alemania 1976. GRAND PRIX, Festival de Grenoble, Francia 1976. GRAND PRIX, Festival de Bruselas, Bélgica 1977. GRAND PRIX, Festival de Benalmádena, España 1977. GRAND PRIX, Festival de La Habana, Cuba 1979.
SINOPSIS DE LA SEGUNDA PARTE (“El golpe de Estado”, 90’):
Entre marzo y septiembre de 1973 la izquierda y derecha se enfrentan en la calle, en las fábricas, en los tribunales, en las universidades, en el parlamento y en los medios de comunicación. La situación se vuelve insostenible. Estados Unidos financia la huelga de los camioneros y fomenta el caos social. Allende trata de llegar a un acuerdo con las fuerzas de la Democracia Cristiana, sin conseguirlo. Las propias contradicciones de la izquierda aumentan la crisis. Los militares empiezan a conspirar en Valparaíso. Un amplio sector de la clase media apoya el boicot y la guerra civil. El ll de septiembre Pinochet bombardea el palacio de gobierno.
Información tomada de: http://www.patricioguzman.com/index.php?page=films_dett&fid=1
LA BATALLA DE CHILE, MEMORIA VIVA
La Batalla de Chile es una serie de tres documentales donde el director chileno Patricio Guzmán, se propone explicar el conflicto social y político ocurrido en su país a partir de los intentos realizados por los partidos de oposición, algunos movimientos de ultra derecha y el gobierno de los Estados Unidos para derrocar al gobierno encabezado por el presidente Salvador Allende, que concluyen en la instauración de una dictadura militar por medio de un golpe de Estado el 11 de septiembre de 1973. En la segunda parte de esta serie, titulada “El golpe de Estado”, se narran los hechos ocurridos a partir del 29 de julio de 1.973, cuando un sector de las fuerzas armadas realiza el primer intento de golpe en el país, muestra desde la intimidad de las asambleas y reuniones las reacciones de las organizaciones populares y los líderes políticos y militares, explica en detalle las reacciones de los partidos y movimientos de oposición que a partir de ese momento comienzan un paro de transportes que alimenta el caos y la confusión generada desde el intento de golpe y por último, cierra este episodio con el ataque de las fuerzas armadas a la casa presidencial, la muerte de Salvador Allende y sus últimas palabras, transmitidas por radio Magallanes.
Aunque el director reclama para su película la clasificación de cine directo[1], en ella se mezclan diferentes estilos. Según el historiador estadounidense Erik Barnouw, " El documentalista de cine directo llevaba su cámara a un lugar en el que había una situación tensa y esperaba con ilusión a que se desatara una crisis; (...) aspiraba a la invisibilidad; (...) desempeñaba el papel de observador distanciado."[2] Desde esta perspectiva la Batalla de Chile podría ser clasificada como tal si analizamos el momento en que Guzmán filma el proceso del golpe de Estado. No precipitó nada, como el mismo diría, “Tuve la oportunidad de encontrarme frente a una situación única y la filmé con ganas”[3]. Fue paciente, se dio tiempo en su vida y en la película. No solo hizo un documental, ni siquiera se contentó con una serie de tres. Después de esta trilogía que suma en total 272 minutos de historia acerca del golpe de Estado, hizo “En nombre de Dios” (1985-1986), en el que muestra el papel jugado por la iglesia católica, desde la oposición, en el proceso de la dictadura militar; en el 96, volvió a visitar los mismos lugares en los que filmó la batalla de Chile para realizar “Chile, La Memoria Obstinada”; entre el 99 y el 2001 filmó “El caso Pinochet”, donde le hace un seguimiento al juicio que se realizó en contra del dictador en la Corte Penal Internacional y en el 2004 realizó “Salvador Allende”, rindiéndole un homenaje al expresidente chileno. Siete películas, 633 minutos en total. Lo que Guzmán ha hecho es una historia detallada de más de 17 años de conflictos sociales y políticos en su país, ese es uno de sus grandes méritos, su entrega a la construcción de una historia que pedía a gritos ser contada.
Pero no sería posible encasillar a “La batalla de Chile” en los límites del cine directo. Guzmán no es un observador distanciado ni aspira evidentemente a la invisibilidad. Las permanentes voces en off, las interpelaciones a quienes participan de las movilizaciones, e incluso su esquema expositivo, le dan a la película ciertos toques de documental expositivo en unos momentos e interactivo en otros. Lo que nadie podría poner en duda, es que en la historia del cine documental en América Latina, la Batalla de Chile es un hito fundamental en la utilización del documental para la construcción y difusión de la memoria.
Miremos entonces algunas de las formas en que en este filme se construye la memoria de este momento de la historia de Chile.
1. Una memoria desde la intimidad y mientras todo ocurre. Una de las características que primero se evidencian en los procesos de construcción de memoria que implica la Batalla de Chile, es la intimidad desde la que se realiza. Guzmán logra introducir la cámara en reuniones, asambleas y confrontaciones a las que no cualquier extraño hubiera tenido acceso. Las personas llegan incluso a promover la necesidad de tomarse las fábricas y empresas privadas en frente de la cámara de Jorge Müller, camarógrafo de la película. La batalla de Chile nos permite entrar en los momentos en los que se tomaron algunas de las decisiones más importantes en el curso de la historia de Chile durante los años 70. Nos deja ver al comandante de las fuerzas armadas solicitándole al ministro de defensa la declaración del estado de sitio, vemos los tanques disparando durante el primer intento de golpe de Estado e incluso, vemos los aviones bombardeando la casa presidencial mientras escuchamos a Allende hablando por última vez.
2. Memoria autóctona. Una de las principales anhelos expresados Patricio Guzmán acerca del documental en América Latina es que seamos las y los latinoamericanos quienes construyamos nuestras propias memorias. “La mayoría de los filmes de la jungla brasileña, la guerrilla colombiana o la cocina africana de Bahía, son documentales alemanes, ingleses o franceses… Esto es inquietante y tranquilizador a la vez… ¿qué sería de nuestra Historia sin el trabajo y la creatividad de estos cineastas extranjeros?... Sin embargo ¿cuánto tiempo deberá transcurrir para que nuestro mundo sea recuperado por nuestro propios documentalistas?”. Esto se siente desde los primeros minutos de la película, quien hace la película conoce la historia que cuenta, la ha vivido y está comprometido con ella.
3. Una memoria para cambiar la historia. La batalla de Chile no sólo cuenta una historia, nos invita a indignarnos, a tomar partido, a sentar posición porque ella misma nunca se pretendió neutral, nació con un sueño de transformación de su director, como el mismo diría:
“Me interesa el compromiso porque me interesa la sociedad, la gente, los problemas que hay. Me interesa la política, la ciencia, la investigación, porque pueden ayudar a mejorar la vida. No me considero un testigo que mira el mundo como una persona indiferente, sino que participa, que empuja algo. Pienso que es necesario hacerlo. (… ) A mí no me preocupa que me califiquen con desdén «cineasta comprometido»”.[4]
4. Una memoria que invita a sentir. Es difícil no sentir la indignación, el temor, la fuerza y cada una de las emociones que la película evoca. Se siente la emoción de ver la alegría y la unión de la gente, se ve la preocupación y la angustia en los rostros de Salvador Allende y su allegados, se siente la decisión de la gente por entregar la vida a un proyecto político que sienten completamente suyo, cada momento de la película nos invita a sentir en la piel lo que en ese momento vivió la sociedad chilena y a Guzmán esto no le preocupa, pues para él “cuando la emoción aparece, hay que tomar muchas precauciones en el montaje, como efectivamente lo hicimos, pero tampoco hay que suprimirla, extirparla. Esto sería aberrante.” [5]
5. Una memoria viva que se actualiza. Una de las características a mi parecer más interesantes de este filme es que de cierta forma sigue vivo y cambia con la historia. En 1996 el director decidió adecuarla a los cambios del momento, según él, quitó “(…) algunos párrafos completos, sin llenarlos con nada, con el propósito de aligerar la película y dejar que las imágenes hablaran por sí mismas, como ya ocurría en casi todo el filme”, también cambió “(…) en algunos casos solamente, las palabras burguesía e imperialismo y las reemplacé por clase media y gobierno norteamericano. Asimismo moderé el uso de la palabra fascismo y la reemplacé en ciertos momentos por extrema derecha”[6]. Cambios que no sólo responden a un interés estético sino también, a un esfuerzo por actualizar su discurso y narrativa a las condiciones actuales en las que categorías como burguesía e imperialismo podrían no ser capaces de representar lo que en su momento expresaban. Dicho en otras palabras, después de veinte años la forma en que hablaba la película no era ya comprensible para la gente, pero Patricio Guzmán, le volvió a enseñar a hablar.
6. La memoria como un proyecto de vida. Una característica que no podríamos dejar de lado en lo que podríamos llamar las políticas de la memoria en este documental, es la entrega que han tenido sus realizadores en este proyecto. No sólo por los incansables años de trabajo en los que Guzmán ha realizado más de 10 horas de películas sobre el tema. En 1974, el camarógrafo que lo acompañó en la Batalla de Chile, Jorge Müller, fue secuestrado y desaparecido por la policía de Pinochet, aun así, después de esto, Guzmán mantuvo su proyecto que alimentó con cuatro películas más. La Batalla de Chile es una memoria con vida, es una vida dedicada a la memoria, es una memoria hecha para defender la vida.
[1] Así lo sugiere en una entrevista realizada por Jorge Ruffinelli, donde al preguntarle por la crítica recibida por la Batalla de Chile, dice entre otras: “En Europa funcionó bien, aunque cierta crítica francesa ignoró el filme y guardó un silencio total, como Cahiers. Incluso hasta hoy, cuando se escriben balances franceses sobre el cinéma direct de los 60 y los 70, mi nombre no aparece.” (http://www.patricioguzman.com/index.php?page=entrevista&aid=7 )
[2] Nichols, Bill, La representación de la realidad. Cuestiones y conceptos sobre el cine documental, Paidós, Buenos Aires, 1997. Pág: 73.
Comentario al articulo de Julio Palacios sobre La batalla de Chile. Por Arnaud Alain.
ResponderEliminarLa primera parte de La batalla de Chile terminaba con las imágenes de un camarógrafo argentino que filmó su propia muerte. Guzmán evidencia aquí el intento de las fuerzas armadas a sueldo de la junta militar del general Pinochet de suprimir las huellas, borrar las evidencias, asfixiar la memoria. El camarógrafo falleció, pero sus imágenes sobrevivieron, y abren la tercera parte del tríptico. El director les lanza a la cara de los golpistas, desafía el olvido... Los miles de desaparecidos viven a través del documental. El cine tiene esta capacidad de proponerse como actor para el cambio social, para la critica y la denuncia al hacer vivir imágenes antiguas en nuevos contextos. El cine vuelve la memoria "viva", y en esto concuerdo con Julio.
Tango una duda cuando Guzmán clasifica su documental como Cine Directo. Para mi su encuentro con los trabajadores de Chile no es anodino ni distanciado. El director provoca interacciones, y aunque nunca se vuelve espectáculo pienso que la presencia de la cámara actúa como catalizador. Lo veo entonces más como un documental interactivo –siguiendo a la clasificación de Bill Nichols–, esto se siente justamente a través del compromiso de Patricio Guzmán con la historia que relata, con la causa de los trabajadores - ¿podemos considerar al cineasta como miembro de la clase trabajadora?– y con el cine mismo. Incluso a veces podríamos considerar el documental como expositivo; el director articula este conjunto de imágenes y sonidos, quiere transmitir un mensaje, su visión propia sobre el periodo relatado.
Guzmán utiliza el cine documental “para la construcción y difusión de la memoria”, en otros términos reorganiza la memoria que está construyendo el pueblo chileno en este periodo y facilita su difusión. En esta medida, me pregunto si se trata de “cambiar” la historia o más bien de tomársela... para a partir de esta apropiación lograr hacer cambios sociales.
En fin es interesante confrontar el documental hablando de 1973 con el contexto actual. Estas imágenes y estos sonidos vienen resonar en nuestras cabezas y nos invitan efectivamente a indignarnos, a tomar posición. Los contextos cambiaron, pero los motivos de indignación permanecen. El cine de Guzman nos le recuerda con fuerza, de la misma manera que nos invita a “defender la vida” en el presente contra las dictaduras y los abusos de poder del mundo entero. No se trata de caer en un pesimismo gratuito, el mensaje de La batalla de Chile es un mensaje de esperanza: si se puede organizar, si se pueden lograr cambios sociales al hacerlo. Más que contra el Estado, el Golpe era contra el pueblo, pero éste no se dejó aplastar. Las voces no se callaron, la memoria siguió viviendo...