Duración: 106 min.
Origen: Alemania
Productor: Harun Farocki
Reseña de Libertad Gills Arana
The revolution will not be televised, will not be televised, will not be televised, will not be televised. The revolution will be no re-run brothers; The revolution will be live.
-Gil Scott Heron
Videogramas de una revolución (1992), un documental reflexivo y participativo compuesto de material filmado por camarógrafos aficionados y televisoras entre el 20 y 25 de diciembre de 1989, las fechas entre las cuales el pueblo de Rumania se liberó de una dictadura de más de 40 años, examina la construcción de la historia a través de la cámara y de la televisión. No esperes aprender los hechos sobre la revolución rumana de 1989 a través de esta película, para eso necesitarías ver un documental expositivo, la versión oficial de la Historia, con “h” en mayúscula. En vez de aprender hechos, en este documental el espectador es invitado a cuestionar esta construcción. El protagonista de Videogramas es la cámara en sí y la manera en que ella da forma(s) a la revolución que ocurre delante de su lente y de su micrófono.
Por un lado, vemos imágenes tomadas de videos caseros y emisiones televisivas que demuestran la importancia que la gente daba (y sigue dando) a los medios para representar, registrar, y celebrar un momento histórico. Por otro lado, sentimos la mano del director dirigiendo nuestra mirada a través de técnicas de montaje en forma de cortes, congelamiento de pantalla, textos en fondo negro, y voz en off que interrumpen, des-construyen, e interrogan a las imágenes y a su supuesta “verdad”.
La película empieza y termina con dos testimonios frente a la cámara de personas que han sufrido violencia por parte del estado: la imagen como registro. Después vemos una toma del 20 de diciembre, tomada dos días después de una confrontación en las calles, desde la ventana de un edificio. El comentario nos hace ver como la imagen está dividida en dos partes desiguales: el primer plano que toma más lugar en el cuadro no nos muestra nada, mientras que el acontecimiento –una manifestación y confrontación- ocurre en el segundo plan y es invisible al ojo. Sin embargo, está ahí nos dice el director y como espectadores no tenemos otra opción que creer lo que nos dice. Al estar filmando, el camarógrafo, nos dice Farocki, está en peligro y por esta razón tiene que tomar una distancia. La imagen, por lo tanto, no nos dice todo y por eso tenemos que confiar en el texto (en el sentido de Barthes): la imagen incompleta.
Poco a poco, mientras los ciudadanos reclaman por su derecho a tomar las calles y empiezan a tener una fuerza imposible de no ver, la cámara también empieza a tener confianza y comienza a acercarse más y más a los acontecimientos, permitiéndonos –como espectadores- ver más y sentir que podemos confiar también en lo que estamos viendo. Pero esta sensación dura poco. El director empieza a deconstruir las imágenes, en algunos casos repitiéndolas desde diferentes ángulos (cámara 1, 2, 3) y en otros mostrando como los sujetos mismos ensayan sus discursos y repiten para la cámara, para el espectador, para la Historia. Esto causa un distanciamiento en el espectador quien, al ser testigo a la construcción detrás de la imagen (y de este documental), sale de su lugar pasivo y se convierte en un participante crítico que cuestiona todo lo que ve: la imagen como construcción, como mentira.
Es importante, me parece, subrayar el rol que juega el montaje del documental en este distanciamiento crítico de parte del espectador. Una escena en particular ejemplifica esta observación. A una hora y veinte minutos en la película, vuelve a entrar la voz en off mientras que vemos un tiroteo en un parque. Claro que solo podemos ver un lado de este conflicto y no tenemos acceso a los que están disparando de la Securitate. La voz en off nos da dos explicaciones posibles, una que la Securitate sigue siendo fiel al dictador, y la otra que ellos están meramente simulando luchas para hacerse pasar por el enemigo y de esta manera, asegurarle al ejército su victoria al lado de la revolución. Según el comentario, “Creer en el enemigo es costumbre, miedo fijado en la memoria. Estrategia nacional de miedo equivalía a la estrategia internacional de intimidación. Se congeló el tiempo.” Durante este comentario, vemos la misma imagen de mujeres huyendo de los disparos repetida cuatro veces, y adquiriendo cada vez nuevos significados. La repetición nos da el tiempo y la posibilidad como espectadores para ver de nuevo lo que ya habíamos visto y, quizás descartado como insignificante. El comentario dice: “Llevan un día disparando y la gente se comporta como si estuviera en guerra desde hace tiempo”. Vemos a las señoras correr otra vez y de repente parecen estar escapando de la lluvia, como si fuera habitual para ellas. La imagen está aislada de su contexto y toma otra significación. La repetición y el comentario también dan un carácter teatral a la imagen, las mujeres parecen estar actuando para las cámaras. Estas técnicas de montaje nos permite re-pensar, re-mirar, y re-interpretar todo lo que pasa por la pantalla. Al mismo tiempo, nuestro sentido crítico como espectadores está limitado/encuadrado en lo que el comentario nos dice, es decir, por la voz del director.
La dominación de la reflexividad en este documental permite que la memoria construida sea más bien una contra-memoria, una memoria cuya construcción es precisamente lo que está siendo cuestionada o examinada. Es una memoria des-construida y reconstruida con la voz del autor, una voz que da posibles explicaciones pero nos deja igual en la duda, en la confusión y el caos de un gran momento histórico. En una de las últimas escenas, la voz en off contempla la relación entre el cine y la Historia: “Desde su invención un objetivo fundamental del cine parecía consistir en hacer visible la Historia. Era capaz de representar el pasado y poner en escena el presente. El cine era posible porque existía la Historia. De forma imperceptible… se pasó al otro lado. Miramos y sólo podemos pensar: ‘Si el cine es posible, la Historia también es posible’”. La historia, en este caso, una revolución, ocurre (de esta manera) precisamente porque hay cámaras y televisoras para filmarla. La película me deja totalmente fascinada al poder ver por primera vez la re-construcción de una revolución televisada. ¿Cómo sería hacer lo mismo hoy día con lo que ocurrió en Libia, un levantamiento orquestado por la OTAN y los Estados Unidos, a través de su representación en la pantalla? También me deja con la pregunta: ¿qué habría pasado en Rumania si no hubieran tenido el apoyo de la televisión? ¿Si no hubiera habido cámaras? Nos hace pensar en las revoluciones y los levantamientos que vinieron antes y las que vendrán después. En fin, nos hace pensar, y eso ya es un triunfo.
Hola Libby
ResponderEliminarMe identifico con la emoción que desató en ti esta película, por demás, una película compleja, un collage difícil de entender, como lo son las representaciones que se hacen de la historia, las mismas que, como vemos en esta cinta, también la conforman.
Usualmente, tenemos a las imágenes de los documentales como referencia directa de la realidad, documentos de ella, pero en “Videogramas de una revolución” sus directores nos dejan ver que su vida y accionar van más allá, que las imágenes también son acontecimientos que, por tanto, generan performances entre quienes las ven, según del modo en que se muestren.
En esta película el uso de contraplanos, planos subalternos (de ciudadanos con cámara), que descubren, complementan, apoyan o señalan a los planos oficiales (imágenes de la televisión), se encuentran en ella de modo polifónico para seguir cuidadosamente la rebelión popular y el desalojo, captura y juicio a los Ceausescu. Imágenes que, orquestadas por los directores de la película, también se siguen a sí mismas, son cuestionada (cabe señalar que ninguna fue hecha por Ujica y Farocki, fueron recogidas y montadas por ellos). Nada parece claro, salvo que ellas construyen, que son usadas y se las puede usar.
Libertad, las preguntas que propones se estan cociendo en mi cabeza... Si bien es cierto que por lo masivo de ciertas tecnologías, el uso de la imagen para seguir hechos sociales decisivos desde distintos puntos vista es ahora un hecho, creo que es clave pensar o preguntarse en como circular... No sé còmo ocurre en el resto del mundo y las lógicas de cada evento pero, por ejemplo, lo que he podido ver en twitter o facebook sobre el conflicto en Colombia,es que los re-envíos parecen mandar la parada, muchos provenientes de medios oficiales... casi no se produce información nueva o distinta. Esto no quiere decir que así ocurra en otros lados. El levantamiento en Egipto es muestra de ello... En fin, comentaré de esto más adelante...
Gracias por tu análisis!!
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